viernes, 11 de diciembre de 2009

TODO SE PRODUCE, HASTA EL PROPIO YO


"El oro del azul del cielo". Joan Miró.

En condiciones normales, nada nos parece tan seguro como la sensación de nuestra mismidad, de nuestro propio yo. Se nos presenta como algo independiente, unitario, bien demarcado frente a todo lo demás. Pero la investigación psicoanalítica nos demuestra que esa apariencia es engañosa: el yo se continúa hacia dentro, sin límites precisos, con una entidad psíquica inconsciente que llamamos “ello” y a la cual sirve como de fachada. Pero por lo menos, hacia el exterior, parece que el yo mantiene sus límites claros y precisos.

Sin embargo, observamos que existen algunos estados en que esos límites se pierden. Uno de estos estados, que no podemos calificar de patológico es el enamoramiento: el límite entre el yo y el objeto amoroso amenaza con esfumarse. El enamorado afirma que yo y tú son uno, y está dispuesto a comportarse como si realmente así fuera. Pero también pueden presentarse estados patológicos en los que la demarcación del yo frente al mundo exterior se muestra incierta o donde esos límites incluso llegan a confundirse. Por ejemplo casos en los que partes del propio cuerpo se viven como si fueran extraños y no pertenecieran al yo, o componentes del propio psiquismo: percepciones, pensamientos, sentimientos. O casos en los que se atribuye al mundo exterior lo que a todas luces procede del yo (como por ejemplo en los celos proyectados, nacen de la culpa de la propia infidelidad o del temor de cometerla). El que este sentimiento yoico esté sujeto a trastornos, nos demuestra que los límites del yo con el mundo exterior no son inmutables.

Pero este sentido yoico del adulto no ha sido así desde el principio, sino que ha sufrido una evolución.

El lactante, no diferencia su yo de un mundo exterior, como fuente de las sensaciones que le llegan. Será gradualmente que lo va aprendiendo por influencia de diversos estímulos. Se va a ir dando cuenta de que hay algunas fuentes de excitación- que después reconocerá como los órganos de su propio cuerpo- que le provocan sensaciones en cualquier momento, mientras que otras se le apartan temporalmente como la más anhelada por él, el seno materno, a la que ha de atraer mediante el llanto. Así empieza a diferenciar entre el yo y un objeto que se encuentra afuera y que para que aparezca hay que realizar una acción particular. Otro de los estímulos que le hace darse cuenta de que existe un afuera serán las sensaciones de dolor y displacer que tiende a evitar.

El sujeto psíquico, desde su nacimiento, se rige por un principio, el Principio de placer que le impone al sujeto la tendencia a conseguir lo que fantasea sin realizar trabajo alguno. Es una tendencia a lo inanimado, a un estado de tensión cero, a evitar cualquier displacer o aplazamiento de la satisfacción de sus necesidades que la realidad le imponga. Afortunadamente, el aparato psíquico también necesita de otro principio para su funcionamiento, el Principio de realidad, una instancia que le señala los límites y que trabaja con el deseo. Si sólo existiera el principio del placer el sujeto alucinaría comer y esperaría a que se satisfaga su necesidad sin realizar acción alguna. Se moriría.

Surge así la tendencia a disociar del yo todo aquello que pueda convertirse en fuente de displacer, a expulsarlo de sí, a formar un yo puramente hedónico, placiente que se enfrentaría con un “no-yo”, con un “afuera” ajeno y amenzante.

Después la experiencia hará que se produzcan reajustes en estos límites, porque gran parte de lo que uno no quisiera abandonar porque produce placer no pertenece al yo, sino a los objetos. Y al contrario, muchos de los sufrimientos de los que uno pretende desembarazarse resultan ser inseparables del yo, son de procedencia interna.

Cuando el yo, para defenderse de los estímulos displacientes de su interior utilice los mismos métodos que le sirven contra el displacer externo, se producirán importantes trastornos patológicos.

Virginia Valdominos.

3 comentarios:

  1. Hola Virginia,
    Me a resultado muy interesante tu entrada, es un placer poder leerte.
    Besos.
    Fer.

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  2. Muchas gracias por tu visita y tu comentario Fernando. Me alegro de que te haya resultado de interés. Un abrazo. Virginia.

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